viernes, 14 de noviembre de 2014

Capítulo 18:

Notas mentales:
Mi hermano ha desaparecido, nos piden un rescate de 10.000€ por él.
Tengo que dejar de colgarle el teléfono a Carlos si no quiero que se enfade.
Jade cree que deberíamos tener cuidado con los secuestradores.
No volveré a comer tantas hamburguesas para cenar.

Algo me dice que mis notas mentales no estan en el orden adecuado pero no le doy importancia. Tengo muchos casos pendientes. Ha pasado un día y aún no hemos pagado la fianza de Ryan, estoy empezando a preocuparme, los secuestradores llamarán hoy para un nuevo aviso y tengo menos de 24h para buscar una posible alternativa para encontrar a Ryan.

Hoy es lunes, pero es fiesta. Asi que me quedo un rato más de lo normal en la cama hasta que mi gata incordia exigiendo su desayuno. Mis padres no están en casa, se fueron con Raquel a algo de natación, alguna competición supongo. Siempre prefierieron esas estúpidas competiciones antes que mis conciertos de piano... De repente se me quitan las ganas de desayunar. Me giro y me encuentro con una bola de pelo blanco y ojos azules ronroneandome alrededor de los pies.

-Esta bien... Voy a por tu comida.

Le lleno el cuenco con una lata de comida de gato que había en el armario y en ese momento Shessel (sí, ese es el nombre de mi gata) decide que ya no le intereso tanto. Pongo los ojos en blanco y voy a cambiarme. Me viene bien dar una vuelta.

Salgo de casa y el aire me revuelve timidamente el pelo. Al poco rato ya voy caminando por el parque al que fui el otro día con Raquel. 'Manu es tonto' dijo con una sonrisa pícara. Que rápido crecen.

Mismo parque, misma hora, mismo banco y misma compañía. Alli estaba Jade una vez más hablando con aquel chico con el que le he visto más veces. Sé que es de mala educación espiar a la gente, pero no tenía nada mejor que hacer y, además, el otro día se fueron en cuanto me vieron y no me gusta que huyan de mi. Solo cuando me apodero del último bote de Nutella del supermercado, ahí a nadie le conviene acercarse a mí, pero no es el caso.

Me acerco por un caminito de tierra que pasa justo detrás del banco. No podrán verme y seguramente pueda escuchar parte de la conversación. Me coloco en un lugar estratégico cerca de un arbusto por si tengo que esconderme rápidamente y pongo la oreja.

-Has hecho un buen trabajo, ya conocías las desventajas. -vi que el chico le entregaba un sobre a Jade- Y también las ventajas. -añadió guiñándole un ojo.

Jade miró dubitativa el sobre, lo abrió en una pequeña ranura, lo suficiente para comprobar su contenido y lo guardó en su bolso.

-Claro, no me preocupa el hecho de que esa cría pretenda descubrir todo ella sola. -Me pareció que se reía entredientes- No lo conseguirá.
-Cuando paguen la fianza te daremos la otra mitad, de momento tómate eso como una señal. -Jade asintió en señal de aprobación- Estás libre de sospecha, nadie pensaría que una chica como tú participaría en el secuestro de su propio novio.

¡¿QUÉ?!

-¡Maldita zorra! ¡¿Qué le has hecho a mi hermano?! -Salí de detrás del arbusto en un impulso de rabia y mis manos fueron directas al cuello de Jade.

El chico, secuestrador y cómplice de Jade tiró de mi haciendo que le arañara el cuello para después soltarla, llevando a pique mi misión de estrangularla en medio del parque. Oí el gritó de Jade provocado por el roce de mis largas uñas y vi la mano del chico tapándome rápidamente la boca con algo que no pude distinguir. Se me cerraron los ojos. Ahí acabó todo.

jueves, 30 de octubre de 2014

Capítulo 17.


Miré el teléfono una vez más y finalmente decidí cogerlo.

-Vaya, por fín. -dijo Carlos al otro lado.
-¿Por fin qué?
-Que por fín me coges el teléfono, te he llamado un montón de veces.

Vale sí, anteriormente le había colgado alguna que otra vez... pero entendedme, no tenía ganas de hablar. Entre la visita de Jade y el castigo de mis padres... Oh, espera, el castigo.

-Emm... Sí, es que... estaba estudiando. -oí una risa a tarvés del teléfono- ¿Se puede saber que te hace tanta gracia?
-Lo bien que mientes, princesa.

Me puse roja. Sí, irónicamente me pongo roja cuando miento, por suerte él no me estaba viendo, ese era un dato que no debía conocer ya que puede ser usado en mi contra. En fin.

-A mi no me llames princesa. -Hola, la Alba borde ha vuelto.
-Sí, pero no me niegas que me estabas mintiendo. -dijo- ¿Y desde cuando no te puedo llamar princesa? Chica, a veces no entiendo tu bipolaridad.

Suspiré, la verdad era que me divertía meterme con él, era algo que me salía solo. No sé, instinto quizás.

-Vale, me han castigado. -sentencié.
-¿Y eso por qué?
-...
-¿Alba?

No le podía contar lo de Diego, seguramente no quisiera volver saber nada de mi y os prometo que en estos momentos necesito mucho a este chaval. Por eso me inventé la peor excusa que se me podía haber pasado por la cabeza en esos momentos.

-Por comerme la comida del gato.
-¡¿Qué?!
-Osea... por comerme al gato. Quiero decir, porque el gato comió mi comida. ¡NO! Mi comida no, mis deberes. Sí, eso, mis deberes.
-¿Qué deberes?
-Mis deberes.
-¿Quién?
-El gato.
-¿Qué gato?

Suspiré una vez más, esto no podía estar colando. ¿Cómo puedo ser tan mala mintiendo?

-Vale, a ver, volvamos a empezar. -hice una breve pausa para coger aire- Mi gato rompió mis deberes y me pusieron un negativo y claro, mis padres se enteraron y...
-Alba, estás en la Universidad... ahí no ponen negativos por no hacer los deberes.

Mierda. Yo y mi atraso mental que se piensa que estoy en la ESO.

-¿Me vas a contar la verdad? -preguntó Carlos finalmente.
-Vale eh...
-Nada de excusas de gatos.
-Pero...
-Nada-de-gatos. -dijo destacando cada palabra.
-Vale, verás yo...

Oí un golpe en mi puerta.

-¿Mamá?
-Alba, a cenar. Te quiero ver abajo YA.

Esperé a oir sus pasos alejandose para volver a hablar.

-Ya lo has oído, me voy a cenar.
-Pero... pero...
-Adiós, besos.

Colgué sin darle tiempo a contestar, salvada por la campana o, mejor dicho, por mi madre. Al intanté me llego un WhatsApp de Carlos.

''Siempre me cuelgas D':''

Ya le contestaré más tarde. Bajé las escaleras rumbo al comedor, miré la mesa. Espera, ¿eso son hamburguesas? Una vez agucé la vista y comprobé mis suposiciones corrí rumbo a la mesa. Hora de cenar. 

sábado, 6 de septiembre de 2014

Capítulo 16:

-¡¿Qué?!

La emoción de Rebeca era totalmente notable.

-¡David te ha besado!

Pude ver como Natalia sonreía al otro lado de la cámara, la verdad es que me alegraba mucho por ella, después de todo lo que ha pasado...

-¿Estáis saliendo? -pregunté.
-Pues... -Natalia se quedó pensativa durante unos segundos- No sé... él no me ha dicho nada pero no se si tomarlo como que estamos o solo como un beso.
-Habla con él, preguntale.
-No quiero parecer una agobiantepesadaobsesiva.

Reí ante su manía de juntar palabras para describir las cosas, era algo que hacía muy a menudo, para ella soy la chicaqueestáconelchicorubiodelferrarirojo, en fin.

-Pero tienes derecho a saberlo, ¿no te dijo nada después del beso?
-Estuvimos hablando normal, sin más.
-¿Qué hicisteis después?
-Me acompañó a casa y quedamos en volver a llamarnos.
-Sois raros.
-Tú si que eres rara. -dijo entre risas.
-Opino lo mismo, deberías hablar con él. -afirmó Rebeca dándome la razón.
-Ya veré cómo le saco el tema.
-Suerte. -dije.
-Eso, suerte. -dijo Rebeca.

Estubimos un rato hablando pero sin más novedades arrolladoras. Después de media hora hablando... bueno, una hora; tal vez y media; va, dos horas: nos despedimos. Vuelta a los problemas supongo. Cogí el movil para revisarlo pero justo en ese momento llamaron a la puerta.

-¡Ya abro yo! -grité mientras bajaba las escaleras.

Cuando abrí vi a una Jade en aparencia triste o decepcionada. ¿Esperaba que fuera Ryan el que le abriera?

-Hola Jade, Ryan no...
-No ha vuelto a hablarme, ni a llamarme, ¿dónde está? ¿no está aquí?

Tal vez ella también mereciera saber la verdad de todo esto.

-Jade... vamos a mi habitación.

Me sigió escaleras arriba algo confusa. Mis padres estaban en el salón, por eso descarté la idea de ir allí a hablar. Nos sentamos.

-No eres la única que no sabe nada de Ryan, Jade. -Hice una pequeña pausa, pero ella no dijo nada- Ayer recibimos una llamada de un desconocido que decía tener a Ryan secuestrado y nos pedía un rescate de 10.000€.

La cara de Jade mezclaba sorpresa, una tristeza extraña y algo más que no sabría describir.

-No puede ser... -se llevo las manos a la boca en señal de asombro.

Sinceramente no era aquella la reacción que me esperaba, me esperaba algo más dramático relaccionado con lágrimas y la extinción de todos mis paquetes de pañuelos.

-No sabemos que hacer... estamos muy preocupados. Mi padre aún no sabe nada y mi madre quiere que paguemos esa fianza cuanto antes pero... -le miré dubitativa pensando como explicarle mis teorías- Yo creo que deberíamos esperar un poco, es mucho dinero y tal vez consigamos encontrar a mi hermano...
-No aviseis a la policia. -dijo cortante- Recuerda que sean quienes sean los que le tienen secuestrado, son peligrosos, y si se enteran de que habéis llamado a la policía entonces puede que si que no volváis a ver a Ryan.

Miré a Jade asombrada, parecía nerviosa, todo lo nerviosa que puede estar una novia de carácter posesivo al enterarse de que su novio está secuestrado.

-Tranquila, había deshechado esa idea por completo.
-Bien. -dijo asintiendo con la cabeza.

Nos despedimos sin más y ella se fue a su casa, yo volví a mi habitación. Miré por la ventana y vi como Jade llamaba a alguien por teléfono, al poco rato vinieron a recogerle en un coche negro. Agucé un poco la vista.
Sí, era el chico del parque.
En ese mismo momento sonó mi teléfono, en la pantalla ponía 'Chicorubiodelferrarirojo'. Rechisté, maldita Natalia...

miércoles, 23 de julio de 2014

Capítulo 15:

-Hola chicas, ¿qué tal?
-Hola Albita, yo tengo novedades que contar... -dijo Natalia sonriente.
-A mi no me ha pasado nada interesante... pero bueno, yo escucho. -contestó Rebeca
-Pues veréis...

Les conté todo lo que había pasado, omitiendo la parte que alude al secuestro de mi hermano... Les expliqué como me la había jugado el capullo de Diego y como, por consiguiente, se habían fastidiado mis planes con Carlos.

-Lo voy a matar, lo siento. -sentenció muy seriamente Natalia.
-Yo voy a ayudar a Natalia, sin remordimientos.
-No lo aguanto chicas... ¿por qué me hacen esto mis padres? ¿no se dan cuenta de que es imbécil? Porque solo falta ponerle un letrero en la cara con luces de neón...
-No lo sé Alba... yo siempre te he dicho que tienes unos padres un poco raritos.
-¿Un poco? ¡Mis padres no son normales!
-Doy fe.
-Y yo.

Nos reímos las tres a la vez, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo y tras un par de minutos de risas...

-Bueno, ¿y a ti que te ha pasado pillina? -preguntó Rebe dirigiéndose a Natalia.
-Veréis...

Aquella misma tarde, hace unas horas...

Natalia y David se sentaron en la terraza de una cafetería cercana, después de que el camarero trajera sus respectivos cafés, David comentó que solía ir allí a menudo, le gustaba sentarse a mirar a la gente pasar.

-Hay gente muy rara, -dijo- es divertido ver como corren de un lado a otro, agobiados, sin pararse a disfrutar de lo que les rodea. Mira aquel chico de allí.- susurró acercándose un poquito más a Natalia, que le escuchaba atentamente.- Todos los días está ahí, mañana y tarde, tocando la guitarra y cantando. -Volvió a mirarle unos segundos y prosiguió- Ese chico tiene talento, más que otros que salen en la tele y no tienen ni un mínimo concepto musical y, sin embargo; la gente pasa muchas veces por su lado sin percatarse de su presencia y, ¿sabes por qué? -preguntó mirando a Natalia directamente a los ojos.
-No, ¿por qué?
-Porque muchas veces no somos consientes de que las mejores cosas pueden estar a nuestro lado sin darnos cuenta, -hizo una pequeña pausa sin dejar de mirarla a los ojos- tomando un café contigo, por ejemplo.

Había captado la indirecta, Natalia se sonrojó levemente al mismo tiempo que se unía a las risas que a David le había provocado su propia ocurrencia. Acabaron el café y, tras una pequeña disputa sobre quien invitaba a quien, David pagó los dos cafés, tal y como había prometido.

-¿Qué tal se te da correr? -preguntó David causando una mirada extrañada por parte de Natalia.
-Pues... si tengo que correr, corro. ¿Por qué...?

Y sin darle tiempo apenas a contestar, David agarró a Natalia de la mano y echó a correr por medio de la plaza de Sol, no sin antes pararse a echarle una moneda al chico de la guitarra.
Fueron recorriendo las calles madrileñas provocando muecas raras en los rostros de la gente que los veía pasar corriendo a su lado.

-Pero David, ¿dónde vamos? -dijo Natalia sin poder parar de reír.
-¡A perdernos por Madrid! -gritó David para que se le oyera por encima del tráfico de aquella parte de la ciudad y uniéndose a las risas de Natalia.

Después de unos minutos corriendo, llegaron al parque del Retiro. David agarró a Natalia por detrás y ambos cayeron en el césped exhaustos.

-No me puedo creer que me hayas echo correr un kilómetro y medio por Madrid...
-¿Y las risas que nos hemos echado?
-Eso compensa un poco la situación, lo suficiente para que no te mate aquí mismo.
-Venga ya, ¿has visto la cara que ponía la gente? Solo por eso ya ha merecido la pena.
-Sí, ha sido gracioso la verdad... -hizo una breve pausa para coger aire.- Pero ahora tengo un calor encima...
-¿Ah si? -preguntó David poniendo una sonrisa un tanto picaresca.
-Sí... -contestó Natalia mirando con miedo a David por esa sonrisa.

A penas le dió tiempo a reaccionar, David ya la tenía en brazos y echó a correr hacia el lago que había al lado.

-No serás capaz... -dijo Natalia viendo como se aproximaban al lago- ¡No, David!


Y mientras David tiraba el bolso de Natalia y su móvil al césped, saltó con ella en brazos y cayó provocando un leve estruendo del agua al salpicar.

-¿Qué? ¿Se te pasó ya el calor?
-¡Te juro que te mato! -gritó Natalia abalanzándose sobre David.

David le agarró y se zambulleron juntos en el agua. Después de unos cuantos intentos de ahogadillas por parte de Natalia y de unas risas por parte de David, ambos salieron del agua.

-Pues la verdad es que ahora se está fresquito. -afirmó David provocando la risa de Natalia.
-Estás loco...
-Puede, -dijo con la mirada perdida en alguna parte del cielo- pero... las mejores personas lo están.

Se quedaron un rato en silencio al sol y, al cabo de unos minutos, ya estaban casi secos. El sol pegaba con fuerza.

-Bueno, ya va siendo hora de irse. -dijo Natalia mientras se ponía en pie.
-No, tu no te vas. -contestó David tirando de su brazo y provocando que cayera encima suyo.

Se miraron de cerca, demasiado cerca. David pudo ver con claridad como las mejillas de Natalia se sonrojaban y sin darle tiempo, una vez más, a decir nada, unió sus labios con los de Natalia en un beso tan dulce como pasional, mientras unos patos curiosos que pasaban a su lado, se zambullían en el lago.

viernes, 27 de junio de 2014

Capítulo 14:

Un leve rayo de luz entró por mi ventana, lo suficiente para despertarme. Me desperecé poco a poco. ¿Qué hora era? Encontré mi móvil bajo la almohada y lo encendí, la una. ¡La una! El imbécil de Ryan me tenía que haber despertado antes... Entonces me acordé, Ryan no estaba. Miré al techo, tenía que solucionar ese asunto cuanto antes, ya lo echo de menos y solo ha pasado... ¿un día? Ni eso. Me levanté y bajé las escaleras rumbo a la cocina, me puse un cuenco de leche con cereales.

-Manita, eres una dormilona.

Miré a la puerta, allí estaba mi enana favorita con toda su inocencia. Ella no sabía nada de lo de Ryan, ella es feliz, a veces la envidio.

-Raquel, ¿dónde están papá y mamá?
-Han ido a ver a los Saez.

Los Saez... mi futura familia. No pude evitar pensar en Carlos, él es mil veces mejor que el idiota de Diego, ¿por qué a mi? ¿por qué?

-¿Quieres desayunar conmigo?
-¡Siii! -gritó la pequeña a la vez que se abalanzaba sobre mi.

Puse otro cuenco de leche, este más pequeño y lo dejé en la mesa al lado del mío. Raquel sonreía, como siempre, esta enana está siempre con una sonrisa en la cara, no sé cómo lo hace. Desayunamos y luego recogimos todo entre las dos.

-¿Dónde esta Ryan? -preguntó Raquel mientras me miraba fijamente.
-Está... -se me hizo un pequeño nudo en la garganta.- Está con Jade.
-Jo... dijo que me llevaría al parque. -su sonrisa permanente se desvaneció por un instante y miró al suelo.
-¿Te vale si te llevo yo al parque o tenía que ser Ryan? -dije provocando que levantará la vista.
-Hombre, Ryan está más bueno pero...
-¡Raquel!
-¿Qué? Es lo que dicen mis amigas.
-Venga anda, ve a cambiarte. -dije sin poder evitar reírme por las ocurrencias de mi hermana.

Raquel subió corriendo las escaleras, yo escribí una nota avisando de que íbamos al parque, por si mis padres volvían antes que nosotras. Después subí a mi habitación. Me puse unos vaqueros, una camiseta azul marino y unas parisinas negras, no hacía falta arreglarse mucho para ir al parque, así que me peiné y fui a la habitación de mi hermana.

-¿Pero como puedes ser tan tardona? -dije llamando a la puerta.- ¿Raquel? -me asomé al ver que no respondía.
-¡Estoy aquí! -me contestó desde el baño de mis padres.
-¿Pero qué haces ahí? Mamá te ha dicho mil veces que... -entonces la vi, intentando maquillarse sin mucho éxito con las pinturas de mi madre.- ¡Pero Raquel! ¡Mira como te has puesto! -dije entre risas, ¡tenía la cara que parecía un mapache!
-¿Qué pasa? Tú lo haces siempre que sales, ¡yo también quiero estar guapa!
-Pero si tu estas guapa siempre, pequeña. -le dije sin poder parar de reír.- Ven anda, que te arreglo.

Le limpié la cara como pude, me costó mucho quitar los restos de rímel de su nariz, porque cada vez que lo intentaba le entraba la risa y acabábamos las dos en el suelo muertas de risa. Cuando al fin le quité todo el maquillaje de la cara, salimos de casa.

-¿Cómo es que te me has puesto tan mona? ¿Quién hay en el parque? -le pregunté sonriendo a la enana.
-Nadie...
-A lo mejor Manu...
-¡No me gusta Manu! ¡Es tonto!
-Bueno, bueno... pues es muy guapo.
-Para ti todo.
-Es un poco pequeño para mi, ¿no crees?
-Es tonto... -afirmó sonriendo mientras miraba hacia el parque.

Llegamos y Raquel se fue corriendo hacia los columpios, que acababan de quedar libres. En ese momento, Manu se acercó también a los columpios y se montaron juntos. A lo lejos vi la mirada de Raquel clavada en mi, diciéndome: 'Manu es tonto'. No pude evitar reírme, estos niños... Entonces vi a Jade pasar por un camino de al lado del parque, andaba deprisa, mirando hacia los lados nerviosa... Entonces vi que se acercaba a un chico, por un momento pensé que podía ser Ryan, pero no, no era Ryan. Le dijo algo al oído y le miró seriamente. Me lanzó una pequeña mirada, sí, ahora sí que me había visto. Le dijo al chico y se fueron rápidamente. Un poco raro todo... ¿Ahora estaría con ese chaval? No creo que se haya olvidado ya de mi hermano, no ha pasado ni un día... Sería un amigo. Volví a mirar a Raquel, ahora estaba con Manu jugando en el tobogán, estaban intentando tirarse los dos a la vez y acabaron en el suelo riéndose. No me ha salido lista ni nada la enana esta... Me senté en el banco y cogí en móvil, vi el WhatsApp de Carlos exigiendo una cita decente. Esta tarde le llamaría. 
Pasó casi una hora y decidí que era el momento de volver a casa. Llamé a Raquel, que vino corriendo hacia mí llena de arena.

-¿Habéis estado haciendo la croqueta por el suelo o algo?
-¡No! -me contestó sonriente- Es que el tonto de Manu me cayó del tobogán...
-Ya, ya...
-¡Es verdad! Pero luego me pidió perdón y me dio un abrazo.
-Pues no va a ser tan tonto el chaval.
-Si que lo es. -afirmó riéndose.

Llegamos a casa justo a tiempo, mis padres acababan de llegar. Mandé a Raquel a darse una buena ducha y saludé a mis padres.

-Alba, hemos estado en casa de los Saez. -informó mi madre.
-Lo sé, me lo ha dicho Raquel.
-Diego te ha visto con un chico en la puerta de casa -dijo mi padre clavando sus ojos en mí.
-Es... un amigo del conservatorio. -intenté defenderme.
-Te ha visto besarle.

Ya está, ya se había liado. Sabía que esto pasaría... ¡El idiota de Diego había vuelto a vigilarme! No sabía que decir, miré al suelo pensando alguna excusa rápida y eficaz, pero me había quedado sin ideas.

-¿Cuántas veces tengo que decirte que no puedes salir con ningún chico? ¡Estás prometida! -estalló mi madre enfadada.
-¿Es que yo no puedo opinar? ¡Siempre lo que vosotros digáis! ¡Dejadme vivir! -le espeté mientas subía corriendo las escaleras hacia mi habitación.
-¡No le hables así a tu madre! -oí la voz de mi padre desde abajo- ¡No vas a volver a salir de casa!

Dí un portazo con todas mis ganas y apoyé la espalda contra la puerta. Me dejé caer poco a poco en el suelo y enterré la cara en mis rodillas a la vez que dejaba que las lágrimas fluyeran sin parar. ¿Por qué me hacían esto? ¿No pueden dejarme vivir una vida como cualquiera de mi edad? ¿No pueden? El móvil vibró tímidamente en el bolsillo de mi pantalón. Lo cogí y vi que tenía un WhatsApp de Carlos:

''Entonces quedamos hoy, ¿no? ¿A qué hora te paso a buscar?''

Las lágrimas caían ahora con más fuerza que antes. Me habían castigado sin salir... no podría verle... Además Carlos no sabía nada de Diego, ¿qué iba a hacer yo ahora?

''Hoy no me dejan salir mis padres... Ya hablaremos otro rato.''

Justo en ese momento me llegó un WhasApp de Diego:

''¿Qué? ¿Hoy no sales con tu rubito? Ah claro, estarás castigada sin salir... Si quieres voy a hacerte compañía ;).''

La rabia me invadía a cada palabra que leía, simplemente le contesté:

''Muerete.''

Dicho esto apagué el móvil y me eché en la cama. Hoy sería un día muy largo... Encendí el portátil, Rebeca y Natalia me estaban llamando por Skype. Me limpié los ojos como pude para que no se dieran cuenta de que había estado llorando, no quería preocuparles. Acepté la llamada.

-Hola chicas, ¿qué tal?

domingo, 25 de mayo de 2014

Capítulo 13:

Lo ocurrido aquella tarde en la pizzería fue para las tres motivo de risas, pero para Natalia fue mucho más que eso. Aquel tal David le había dado su número... Se acercó a la mesa para recoger los vasos ya vacíos y Natalia le miraba fijamente con una sonrisa boba en la cara. David le miró y sonrió.

-Si me miras con esa sonrisa tan bonita vas a conseguir que me ponga rojo -dijo sin dejar de sonreír.

Natalia no contestó, su cara lo decía todo. Rebeca y Alba se miraron entre risas y David terminó de recoger la mesa. 

-Natalia a ligado -dijo Rebeca riéndose.
-Estos dos acaban juntos, verás. -comentó Alba.

Natalia fue a pagar y David le miro con esa sonrisa que tenía siempre en la cara.

-Las chicas guapas no pagan -le dijo.
-Eso significa que yo pago el doble, ¿no?
-No seas boba. -paró para reírse de una forma bastante dulce- Significa que invito yo.
-Ni hablar, -contestó Natalia- ¿cómo me vas a invitar? Pagaré yo, como todo el mundo.
-Mira, hacemos un trato. -Propuso David sin dejar de sonreír- Te dejo pagar si me dejas quedar contigo un día de estos e invitarte a un café.
-Mmm... me lo pensaré -dijo Natalia entre risas.
-Te doy mi número por si decides que sí. -dijo apuntando su número en una servilleta- Ten -se lo dio.

Y a partir de ese momento Natalia fue la chica más feliz del mundo.
Todo esto se le vino a la cabeza en el momento en que encontró esa servilleta arrugada en el bolsillo de su pantalón. Esto había pasado hace dos días y, la verdad, con todo el lío del concierto y de ir a ver a Irene, no se había vuelto a acordar. Guardó el número en su móvil, ¿cómo dijo que se llamaba? Ah si, David, como olvidarle... Podría escribirle por WhatsApp, pero quedar era un locura... ¡no le conocía de nada! Aunque hizo un trato y un trato es un trato... no pudo evitar reír. Miró el móvil, lo cierto es que aquel chaval era muy guapo... Observó el móvil una vez más antes de abrir el WhatsApp y buscar su nombre.

''Alguien me debe un café...''

Sí, con eso bastaría para que supiera que era ella. ¿Y si ha cambiado de opinión y ya no quiere quedar? El pitido del WhatsApp cortó sus pensamientos.

''Vaya... creía que ya te habías olvidado de mí jajaja ¿A las cinco en Sol? Podemos quedar enfrente del Sephora, que si no veo que no nos encontramos... jajaja''

Sonrió. Si, ha sabido quién era, ¿y ahora? ¿debería quedar con un chico que apenas conozco?

''Perfecto jajaja, allí estaré''

Sí, ¿por qué no? Ahora solo quedaba arreglarse para una gran tarde. Natalia revolvió su armario intentando encontrar algo que ponerse. Ni demasiado arreglada ni demasiado informal. Después de media hora probándose ropa, se decidió por unos pantalones negros y una camisa vaquera. Se ató las Vans de esa forma tan suya y después metió los cordones por dentro.

-Perfecto -dijo con una sonrisa mientras se miraba al espejo.

Miró el reloj. Las cuatro y media. Tiempo de sobra para coger el metro hasta Sol. Cogió un pequeño bolso marrón y guardo el móvil y la cartera. Por suerte, su madre no estaba, y no tendría que hacer descripciones detalladas del chico antes de salir de casa. Cerró la puerta y se dirigió a la estación de metro, que llegaba justo en ese momento. Se sentó en uno de los pocos asientos libres y miró el reloj. Cinco menos cuarto. Iba bien de tiempo. Puso los cascos para relajarse ese cuarto de hora que le quedaba para volver a ver a David, lo cierto es que estaba bastante nerviosa. Desde su móvil sonaba 'Quien' de Pablo Alborán, estaba completamente enamorada de esa canción. La canción adecuada en el momento adecuado, acaba de llegar a su destino. Coge el bolso y se baja rápidamente, no sería la primera vez que se pasa de parada y, esta vez, no quería llegar tarde. Se acerca a Sephora, su punto de encuentro, y allí estaba él, pero esta vez no llevaba su uniforme de la pizzería, llevaba una camiseta blanca de manga corta bastante ajustada que marcaba un cuerpo bien definido, unos pantalones oscuros y unas Otnisuka negras y blancas. Estaba guapísimo.

-Pensaba que habías cambiado de opinión y no vendrías -dijo dándole dos besos a Natalia.
-Pues no, aquí estoy -respondió mientras revisaba el reloj disimuladamente, eran justo las cinco.

Un pequeño cruce de miradas y una sonrisa por parte de David.

-¿Te he dicho ya que estas preciosa?
-¿Sabes que mientes muy bien?
-Que manía... lo digo enserio, jo -dice riendo.
-No se, no se...
-Eh, que yo no invito a cualquiera a un café.

Bastó eso para sacarle una sonrisa más, una de esas que rompen la rutina de las malas rachas. Y dicho esto se dirigieron a una cafetería cercana mientras David le daba la mano tímidamente.

sábado, 17 de mayo de 2014

Capítulo 12:

[...]
-¡¿Cómo que le han secuestrado?! ¡No puede ser!

Me acerqué a mi madre alarmada, ¿había oído bien? ¿un secuestro? Vi las lágrimas caer por su rostro mientras colgaba el teléfono.

-Mamá, ¿qué ha pasado? -intenté decirlo con calma pero se me entrecortaban las palabras.
-Ryan... lo han secuestrado. -me miró y se echo a llorar aún más.

No me podía creer lo que me estaba diciendo, ¿Ryan? ¿mi hermano? ¿secuestrado? Abracé a mi madre intentado tranquilizarla.

-Manita, ¿qué pasa? -dijo mi hermana apareciendo por detrás del marco de la puerta.
-Raquel, a tu cuarto.
-Pero...
-¡Vete a tu cuarto! -no pude evitar hablarle en ese tono, esa situación sobrepasaba mis límites. Por suerte, después de soltar una de sus típicas quejas, subió a su habitación.

Mi madre no podía articular palabra, mi padre no estaba en casa, y yo ya no sabía que hacer para calmarla.

-¿Quién llamó y qué dijo exactamente? -dije haciendo que mi madre hablara por fin.
-No... no se quién era... -hizo una pausa para respirar y prosiguió- Dijeron que tenían a Ryan y que si queremos volver a verle tendremos que pagar 10.000 €.
-¡¿Qué?! -miré al suelo e intenté recuperar la calma.- ¿Dónde hay que llevar el dinero y cómo?
-Dijeron que nos harán llegar un número de cuenta, habrá que ingresar allí el dinero y después lo soltarán... -acabó esas palabras con un sollozo más.
-¿Y si no es verdad? -mi madre me miró pidiendo que me explicara.- ¿Y si Ryan está con Jade como otras veces? Puede que hayan aprovechado la situación para decir que lo han secuestrado y sacarnos el dinero. -miré a mi madre pensativa- Voy a llamar a la policía.

Cogí el teléfono con la mano derecha, mi mano izquierda ya estaba marcando los dígitos correspondientes cuando mi madre me frenó y volvió a colgar.

-No Alba... dijeron que no se nos ocurriera llamar a la policía o no lo volveríamos a ver y no voy a arriesgarme.

Le miré con incredulidad, no me podía creer lo que estaba pasando. Y pensar que hace apenas unos minutos estaba preocupada por que me hubieran visto con Carlos... ahora tengo preocupaciones mucho mayores.

-¿Cuándo nos harán llegar ese número de cuenta? -pregunté mirándole directamente a los ojos.
-Mañana.
-Les daremos el dinero... pero primero voy a llamar a Jade. -cogí de nuevo el teléfono, pero esta vez marqué unos dígitos diferentes. Daba la señal, un pitido, dos, tres...
-¿Sí?
-Hola Jade, soy Alba.
-¡Ah! Alba, hola, ¿cómo estas?
-Bien, bien, por cierto, ¿está Ryan contigo? -tardé unos segundos en obtener una respuesta.
-¿Ryan? No, estuve con él esta tarde pero se fue hace bastante, ¿por qué lo dices? ¿ha pasado algo?

Ahora era cuando me tocaba improvisar, Jade no debía saber nada del secuestro, al menos por ahora.

-No, no, es que no ha llevado el móvil y era para decirle que si iba a venir a cenar, pero supongo que está al llegar... muchas gracias Jade, nos vemos, adiós. -colgué sin darle tiempo a hacer más preguntas y me dirigí de nuevo a mi madre- No está con ella.
-Entonces pagaremos cuando nos den el número de cuenta. -Unos segundos de silencio- Mi niño... -sollozó- Solo espero que esté bien.
-Seguro que sí mamá -dije intentando calmarle.- Ahora ve a dormir, necesitas descansar, ha sido un largo día...
-Sí... tienes razón. -me dio un beso en la frente y se fue hacia las escaleras.- Y ya hablaremos de ese chico con el que estabas.

Cuando volví a mirar hacia las escaleras, mi madre ya había subido. Ya me inventaré una excusa para mañana, hoy tengo otras preocupaciones en la cabeza. Primero lo de Álvaro, después ese apretón de manos de Irene y ahora esto... Solo espero que todo se arregle cuanto antes. Subí a mi cuarto y me puse el pijama, después cogí el móvil y me eché en la cama. Tenia una llamada perdida de Natalia y Rebeca en Skype y algunos WhatsApp sin importancia, solo uno me llamo la atención y era de aquel chico que tan guapo le pareció a mi hermana cuando me vio con él por la ventana.

"Me debes una tarde que no sea ni de concierto ni de hospital, ¿nos vemos mañana? Buenas noches enana."

Ya está, las palabras adecuadas en el momento adecuado. La sonrisa que tenía hace unos minutos cuando Carlos me dejó en la puerta de casa, había vuelto. Ya le responderé mañana, hoy ya tengo todo lo que necesitaba para dormir tranquila. Y de alguna forma y con ese 'Buenas noches enana' me quedé dormida con el móvil bajo la almohada.